viernes, 12 de diciembre de 2014

La vejez pensada desde la literatura

 
Lucian Freud
La madre del pintor (carboncillo y paste 1983)                  Autorretrato del pintor

En la sociedad contemporánea practicamente nadie aborda proyectos responsables para uno de los problemas cada vez más acuciantes: "La vejez".
¿Los viejos son seres humanos? el mundo actual parece negarlo, no se admiten sus derechos y necesidades, la vejez en términos generales es sinónimo  de marginación, es una étapa de la vida amenazada por la soledad.
La vejez se ignora, se niega, se enmascara con falsos rótulos; con frecuencia se la asocia a la enfermedad, se la transforma en un algo en lo que no se quiere pensar, en un estado que no se desea conocer, en una situación de la que no es agradable hablar y de la que pronto se debe olvidar.
No hay dudas de que la desdicha de los ancianos es un signo de fracaso de la civilización contemporánea.

¿Por qué hablar de la vejez? las respuestas son multiples y variadas, basicamente se habla de la vejez como de cualquier otro tema, porque se ha tomado conciencia del mismo y en el acto reflexivo las dudas necesitan ser aclaradas.
Simone de Beauvoir en su libro "La fuerza de las cosas", el tercero de su trilogía "Memorias", escribía: "Envejecer es definirse y reducirse".
A esta escritora francesa le preocupó la muerte y el paso del tiempo durante casi toda su vida, pero en 1970 fue cuando publicó su libro "La vejez", no fue un texto de gran éxito, no alcanzó la popularidad de su obra más significativa "El segundo sexo"; La vejez es un libro casi olvidado dentro de su obra literaria, sin embargo Beauvoir en este libro planteó de una forma lúcida el tema de la vejez, un tema que recien ahora, después de tantos años comienza a ser objeto de la sociología y las políticas públicas, cuando la realidad del envejecimiento de la población en los países desarrollados está obligando a cambiar la percepción de la vida humana.
Las previsiones por parte de la tecnología social y empresarial deberían ser sólidas ante el aumento de población envejecida; es una situación a resolver por parte de las sociedades avanzadas, en un momento de incertidumbre en que la célula familiar se encuentra en crisis y las mujeres dejan su rol de cuidadoras de las personas del grupo familiar.

Es verdad que la vejez no se presenta para todos los individuos de la misma manera. No es lo mismo ser un hombre anciano que ser una mujer anciana, no es lo mismo ser económicamente solvente que ser carenciado, no es lo mismo ser o no ser instruido. Visto está que la vejez es distinta para cada individuo ya que depende de diferentes factores.

Simone de Beauvoir presenta concretamente el tema de la vejez como un problema de marginación que sufren los ancianos, en cierta forma son discriminados ya que de manera injusta son arrinconados, silenciados, transformados en invisibles, al imponer el critério que rige la modernidad: el de la productividad, trampa que hace infelices tanto a ancianos como a jóvenes. Desafortunadamente los ancianos tienen un destino más cruel, porque no conservan siquiera la facultad de luchar y de oponerse al sistema que tienen los jóvenes.

“El joven teme esa máquina que va a atraparlo, trata a veces de defenderse a
pedradas; el viejo, rechazado por ella, agotado, desnudo, no tiene más que
ojos para llorar. Entre los dos la maquina gira, trituradora de hombres que se
dejan triturar porque no imaginan siquiera que puedan escapar. Cuando se ha
comprendido lo que es la condición de los viejos no es posible conformarse
con reclamar una “política de la vejez” más generosa, una aumento de las
pensiones, alojamientos sanos, ocios organizados. Todo el sistema es lo que
está en juego y la reivindicación no puede sino ser radical: cambiar la vida”
(BEAUVOIR, 1983: 642).

La vejez conmueve porque comparte demasiadas cosas con la muerte, con la
no-vida, con lo artificial y lo inorgánico. Los ancianos están vivos, pero para el
resto del mundo ya no están en este mundo. Son un afuera, están más allá de la
existencia plena. Sin futuro, están en la antesala de la desaparición. Son una forma
intermedia, entre lo vivo y lo muerto, entre lo animado y lo inanimado. Son una
frontera, un límite, casi como los cadáveres, que también lo son. Carne todavía,
conservan algo de humanidad, están aquí, a pesar de pertenecer ya a otra dimen-
sión, son molestos y absurdos... a veces son lo querido, pero sobre todo, son pre-
sencias temidas que completan el imaginario del miedo.

Está claro que si hay que
cambiar la vida, hay que atreverse a alterar todas las condiciones de las formas de
no-vida totales y absolutas: la vejez, la precariedad y la forma de vivir la muerte;
formas que están en la vida, pero que para vivir felices tenemos que simular que no
existen. “Cambiar la vida”, es el reto de todo pensamiento crítico, porque el pensa-
miento es acción.

En el libro "La elegancia del erizo" de la escritora francesa Muriel Barbery ( L'Élégance du hérisson, 2006 chez Gallimard), hay un capítulo que tiene por título: "Si olvidas el futuro pierdes el presente", uno de los personajes principales del libro realiza una vista a su abuela quien se encuentra en un residencia de ancianos, luego de algunas horas en dicho lugar y, después de haber reflexionado sobre la vejez, siente que está en un terreno abonado para la desesperación, afortunadamente recupera la calma y en su conclusión encontramos un mensaje de alerta y de esperanza.
A continuación un fragmento del capítulo señalado:

...Desesperanza, pero de repente he recordado mi decisión de construir en lugar de derruir. Miro a mi alrededor buscando algo positivo, pero no he encontrado nada. Toda esa gente esperando la muerte sin saber qué hacer hasta que llegue... Y de repente, ¡milagro!, la solución me la ha dado Colombe, sí, mi hermana. Al irnos, después de los saludos correspondientes a nuestra abuelita y de las promesas de volver pronto, mi hermana ha dicho: "Bueno,  la abuelita parece muy bien instalada. Y lo de demás... vamos a darnos prisa en olvidarlo muy deprisa.". Luego de oir estas palabras, quiero concentrarme en la idea: olvidarlo muy deprisa.
Al contrario, sobre todo no hay que olvidarlo. No hay que olvidar a los viejos de cuerpo podrido, los viejos a dos pasos de una muerte en la que los jóvenes no quieren pensar (confían a la residencia de ancianos la tarea de llevar a sus padres a la muerte sin alboroto ni preocupaciones), la inexistente alegría de esas últimas horas que tendrían que disfrutar a fondo pero las pasan en el tedio y la amargura, rumiando los mismos recuerdos una y otra vez. No hay que olvidar que el cuerpo se degrada, que los amigos se mueren, que todos te olvidan, que el final es soledad. No hay que olvidar tampoco que esos viejos fueron jóvenes, que el tiempo de una vida es irrisorio, que un día tienes veinte años, y al siguiente ya son ochenta. Mi hermana cree que uno "puede darse prisa en olvidar" porque para Ella la perspectiva de la vejez está aún tan lejos que es como si nunca fuera a ocurrirle. Yo en cambio hace tiempo que aprendí que la vida se pasa volando, mirando a los adultos a mi alrededor, tan apresurados siempre, tan agobiados porque se les va a cumplir el plazo, tan ávidos del ahora para no pensar en el mañana... Pero si se teme el mañana es porque no se sabe construir el presente, y cuando no se sabe construir el presente, uno se dice a sí mismo que podrá hacerlo mañana y entonces ya está perdido porque el mañana siempre termina por convertirse en hoy, ¿lo entendéis?
De modo que sobre todo no hay que olvidarlo. Hay que vivir con la certeza de que envejeceremos y que no será algo bonito, ni bueno, ni alegre. Y decirse que lo que importa es el ahora: construir, ahora, algo, a toda costa, con todas nuestras fuerzas. Tener siempre en mente la residencia de ancianos para superarse cada día, para hacer que cada día sea imperecedero. Escalar paso a paso cada uno su propio Everest y hacerlo de manera que cada paso sea una pizca de eternidad.
Para eso sirve el futuro: para construir el presente con verdaderos proyectos de seres vivos.

Fuentes:La vieillesse, Simone de Beauvoir
               L'élégance du hérisson, Muriel Barbery
               Asunción Bernárdez Radal, españa.
Ilustración: Lucian Freud (Berlín, 8 de diciembre de 1922Londres, 20 de julio de 2011) fue un pintor y grabador británico, considerado como uno de los artistas figurativos más importantes del arte contemporáneo.
Merci, Jean Gourault.

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