Mujer etérea-mujer terrestre
Christian Schloe
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No se me importa un pito que las mujeres
tengan los senos como magnolias o como pasas de higo;
un cutis de durazno o de papel lija.
Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco
o con un aliento insecticida.
Soy perfectamente capas de soportarles
una nariz que sacaría el primer premio
en una exposición de zanahorias;
¡pero eso sí! -y en esto soy irreductible
-no les perdono, bajo ningún pretexto, que no sepan volar.
Si no saben volar ¡pierden el tiempo las que pretendan seducirme!
Ésta fue -y no otra- la razón de que me enamorase,
tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos?
¿Qué me importaban sus extremidades de palmípedo
y sus miradas de pronóstico reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina,
volaba del comedor a la despensa.
Volando me preparaba el baño, la camisa.
Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con que impaciencia yo esperaba que volviese, volando,
de algún paseo por los alrededores!
Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado.
"¡María Luisa! ¡María Luisa!".... y a los pocos segundos,
ya me abrazaba con sus piernas de pluma,
para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia
que nos aproximaba al paraíso;
durante horas enteras nos anidábamos en una nube,
como dos ángeles, y de repente,
en tirabuzón, en hoja muerta,
el aterrizaje forzoso de un espasmo
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera...,
aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas!
¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes...
las de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea,
¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre?
¿Verdad que no hay diferencia sustancial
entre vivir con una vaca o con una mujer
que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz de comprender
la seducción de una mujer pedestre,
y por más empeño que ponga en concebirlo,
no me es posible ni tan siquiera imaginar
que pueda hacerse el amor más que volando.
Oliverio Girondo |
Oliverio Girondo (Buenos Aires, Argentina, 1881/1967) fue una de las figuras centrales de la renovación literaria entre los años veinte y treinta. Formó parte del grupo de vanguardia de la poética argentina, junto a Jorge Luis Borges y Raúl González Tuñón entre otros.
Se caracterizó por sobrepasar los límites de lo manifestable, defendiendo la autonomía plena del lenguaje, para tratar de transmitir la pura esencia de la prosa poética.
En sus libros quedó reflejada su maestría en el manejo de la metáfora y la confianza absoluta en el poder de la imagen poética para poder alcanzar la esencia de las cosas.
Oliverio Girondo estaba capacitado para experimentar con el lenguaje, manejaba con destreza la ironía, y en sus obras reafirmó su irreverencia moral y estética, su sentido del humor y su mirada inquisidora del lugar común.
En 1932 publicó el Libro Espantapájaros (aquí su poema número 1).
El poeta se comprometió a vender los 5000 ejemplares de la edición, y para lograrlo se valió de una singular campaña publicitaria. Alquiló una carroza fúnebre tirada por seis caballos y conducida por cocheros, cambió las habituales coronas de flores de las carrozas por una que transportaba un espantapájaros gigante con chistera, monóculo y pipa. Al mismo tiempo, sobre la calle Florida, inauguró un local atendido por hermosas muchachas. La acción publicitaria resultó un éxito, Espantapájaros se agotó en un mes.
Se caracterizó por sobrepasar los límites de lo manifestable, defendiendo la autonomía plena del lenguaje, para tratar de transmitir la pura esencia de la prosa poética.
En sus libros quedó reflejada su maestría en el manejo de la metáfora y la confianza absoluta en el poder de la imagen poética para poder alcanzar la esencia de las cosas.
Oliverio Girondo estaba capacitado para experimentar con el lenguaje, manejaba con destreza la ironía, y en sus obras reafirmó su irreverencia moral y estética, su sentido del humor y su mirada inquisidora del lugar común.
En 1932 publicó el Libro Espantapájaros (aquí su poema número 1).
El poeta se comprometió a vender los 5000 ejemplares de la edición, y para lograrlo se valió de una singular campaña publicitaria. Alquiló una carroza fúnebre tirada por seis caballos y conducida por cocheros, cambió las habituales coronas de flores de las carrozas por una que transportaba un espantapájaros gigante con chistera, monóculo y pipa. Al mismo tiempo, sobre la calle Florida, inauguró un local atendido por hermosas muchachas. La acción publicitaria resultó un éxito, Espantapájaros se agotó en un mes.
La primera imagen pertenece a Christian Schloe, talentoso artista austriaco, cuyo trabajo incluye el arte digital, la pintura, la ilustración y la fotografía.
Su pensamiento: "Cualquier cosa puede suceder en un mundo que contiene tanta belleza"