Igor Mitoraj (1944/2014)
Si bien la materia de la escultura es inerte, la obra de Igor Mitoraj con sus raíces claramente hundidas en la tradición clásica romántica, revela una fuerza, un estado de corriente continua, un sentido del tiempo en la historia lineal que evoca un momento eternamente presente, sin inicio ni final.
Si bien la materia de la escultura es inerte, la obra de Igor Mitoraj con sus raíces claramente hundidas en la tradición clásica romántica, revela una fuerza, un estado de corriente continua, un sentido del tiempo en la historia lineal que evoca un momento eternamente presente, sin inicio ni final.
No es su obra en si misma la que se convierte en significativa en el contexto contemporáneo, sino el conjunto de sus esculturas, instaladas en un sitio particular, ya sea en un escenario histórico, como el del Mercado de Trajano en Roma o en un moderno paseo urbano, como el de la Défense en París; su obra dispara un potente diálogo, creando de esta manera la fascinante dimensión entre un tiempo pasado y el presente.
De un modo significativo el escultor refleja este pasaje temporal, empleando el fragmento escultórico como parte integrante del propio medio creativo y de esa forma reproduciendo las injurias del paso del tiempo sobre las superficies, haciendo uso de una incomparable gama de pátinas.
De un modo significativo el escultor refleja este pasaje temporal, empleando el fragmento escultórico como parte integrante del propio medio creativo y de esa forma reproduciendo las injurias del paso del tiempo sobre las superficies, haciendo uso de una incomparable gama de pátinas.
Mitoraj fue un artista capas de trabajar en todos los formatos, desde los más pequeños a los más imponentes, sin embargo sus esculturas, cualquiera sea su tamaño, todas poseen una calidad monumental; esta es una característica tradicionalmente asociada con el arte del escultor, quien dominó la diversidad entre el mundo visual y el campo de visión, es decir, la distinción entre lo que sabemos que está presente y lo que se ve.
Igor Mitoraj aplica este principio en la serie de fragmentos de cabezas colosales, entre las cuales el bronce Tsuki-No-Hikari (luz de luna, en japonés) probablemente es el ejemplo más contundente.
Esta obra me conmovió, cuando en 1994 la vi por primera vez en Yorkshire Sculptore Park, rápidamente organicé el préstamo para una muestra en el British Museum, intitulada "Time Machine" de la cual fui el curador. El proyecto prevía la combinación de obras de arte contemporáneo con esculturas del antiguo Egipto pertenecientes a la colección permanente del museo.
Sin embargo Tsuki-No-Hikari era una escultura demasiado dinámica para ser confinada en el interior de una galería, por eso, fue instalada en la entrada del museo, donde concordaba perfectamente con la imponente fachada decorada con un friso que representa a las Nueve Musas.
La escultura tubo un éxito rotundo, por lo que permaneció exhibida en dicha ubicación, durante dos años hasta el cierre de la muestra, finalmente pasó a formar parte de la colección permanente del museo, gracias a la generosa donación de su propio autor, Igor Mitoraj.
Tsuki-No-Hikari me había recordado un gravado que muestra un fragmento de una colosal cabeza de faraón, encontrada en las ruinas de Heliópolis, en Egipto, también ilustrada en Description de l'Egypte, Antiquités (París 1823).
Aunque talladas en un material resistente como la piedra, las grandes estatuas egipcias como la esfinge de Guiza y el coloso de Memnón en Tebas han sufrido la erosión de las "arenas del tiempo", este daño en realidad acentuó la belleza de dichas esculturas, creando una paradoja estética: la belleza de la perfección contra aquella de la destrucción hecha por el tiempo.
Mitoraj fue un maestro del fragmento, y es justamente a través de esta técnica, que logra la máxima monumentalidad, haciendo referencia a un pasado perfecto de dimensiones imponentes.
La escultura tubo un éxito rotundo, por lo que permaneció exhibida en dicha ubicación, durante dos años hasta el cierre de la muestra, finalmente pasó a formar parte de la colección permanente del museo, gracias a la generosa donación de su propio autor, Igor Mitoraj.
Tsuki-No-Hikari me había recordado un gravado que muestra un fragmento de una colosal cabeza de faraón, encontrada en las ruinas de Heliópolis, en Egipto, también ilustrada en Description de l'Egypte, Antiquités (París 1823).
Aunque talladas en un material resistente como la piedra, las grandes estatuas egipcias como la esfinge de Guiza y el coloso de Memnón en Tebas han sufrido la erosión de las "arenas del tiempo", este daño en realidad acentuó la belleza de dichas esculturas, creando una paradoja estética: la belleza de la perfección contra aquella de la destrucción hecha por el tiempo.
Mitoraj fue un maestro del fragmento, y es justamente a través de esta técnica, que logra la máxima monumentalidad, haciendo referencia a un pasado perfecto de dimensiones imponentes.
Per Adriano
Tsuki-No-Hikari y Per Adriano, otra cabeza colosal entre las más extraordinarias de sus realizaciones, en bronce y travertino, llaman nuestra atención como aquellos fragmentos de esculturas antiguas llegados hasta nosotros, tales como la mano gigante de Constantino en Campidoglio, en Roma, y los legendarios colosos de la antigüedad, entre estos la estatua en bronce del coloso de Rodas, una de las siete maravillas del mundo antiguo, que se erguía probablemente a una altura de 33 mts. hasta ser destruida por un terremoto en el 226 a.C. durante más de un milenio la estatua permaneció donde estaba, en pedazos, hasta que al final se vendió como simple chatarra, se supone que sus fragmentos fueron transportados a Siria sobre el lomo de 900 camellos, aunque el coloso sobreviva en forma de leyenda, eso ha inspirado a numerosos artistas de la época moderna: desde Augusto Bartholdi, autor de la Estatua de la Libertad hasta Antony Gormley con su Angel of the North.
Las esculturas incompletas de Mitoraj y el tamaño de las mismas generan un juego de imágenes ensordecedoras y dramáticas, estos fragmentos " manchados" que pueden resultar inquietantes y surrealistas, poseen un fuerte sentido de la teatralidad; un aspecto que probablemente deriva de la formación de Mitoraj y de su experiencia inicial en la Academia de Cracovia bajo la guía del artista y comediógrafo Tadeusz Kantor.
El coloso caído es una significativa metáfora de la fugacidad del poder supremo, como el evocado en el famoso soneto de Percy Bysshe Shelley, "Ozymandias" (el nombre griego del faraón Ransés II), bajo el pedestal de su escultura se leen estas palabras: "Rey de reyes soy yo, Ozymandias. Si alguien quiere saber cuán grande soy y donde yazco, que supere alguna de mis obras".
De todas formas la figura del gigante caído no es solo una figura que pertenece en exclusividad al mundo antiguo: basta pensar en la imagen de las enormes estatuas quitadas de los lideres comunistas y en la de Saddan Hussein que conocemos a través de los medios de información. Mercado de Trajano
En el 2004 la obra de Mitoraj fue exhibida en el Mercado de Trajano en Roma, esta estructura se remonta al siglo II d.C. las esculturas del artista expuestas sobre este antiguo fondo arquitectural, lograron una perfecta armonía.
Las vistas romanas de Piranesi reflejan una sensibilidad similar con las ruinas clásicas que parecen al mismo tiempo sumergirse en la naturaleza y fusionarse con el paisaje urbano; vistas en el Mercado de Trajano, las esculturas de Mitoraj podrían tener un vago parecido con los originales clásicos entre ruinas antiguas, algo improbable en nuestros días dado que la mayor parte de las esculturas antiguas han sido desde hace tiempo transferidas a lugares seguros, en general, al interior de los museos. Città Perduta
Para el "Gran Salón" del Mercado de Trajano el escultor creó una nueva serie de trabajos, serie denominada Ciudad Perdida, título que hace alusión a la perdida de una totalidad inconclusa y nunca realizada, una totalidad utópica. Al evocar la idea de la decadencia de una gran civilización del pasado, los fragmentos escultóricos sugieren la inutilidad de las aspiraciones de la humanidad mortal: de hecho, contemplando las ruinas es como contemplar nuestra futura desaparición.
El reconocimiento del valor estético de los fragmentos escultóricos y de las ruinas antiguas surge de una tradición intelectual europea que alberga una admiración plena de respeto hacia logros artísticos alcanzados en una pasada edad de oro, cuya continuidad fue amenazada por la emergente industrialización y la modernidad. Todo encuentra expresión en la arquitectura del paisaje inglés y francés del siglo XVIII, cuando las estatuas clásicas y neoclásicas fueron colocadas en fantásticos jardines.
La instalación de la obra de Mitoraj en el Jardín de las Tullerías, en París, en el año 2004, concuerda con esta idealización de la escultura en perfecta armonía con el entorno en el que se encuentra, lo que Matisse define en términos pictóricos, como una armonía en conjunto (Matisse: une harmonie d'emsemble).
Mitoraj conoce el lenguaje formal de la escultura clásica, que seguramente le influenciaron en los primeros años de su formación artística, cuando se ejercitaba en el dibujo de modelos en yeso, en La Academia de Cracovia.
El arte de la Grecia clásica había alcanzado un extraordinario nivel de perfección en la completa integración entre la forma y la línea, y en el tratamiento de los ángulos visuales, logrando una sofisticación que rara vez a logrado ser igualada. Los griegos creían -por más paradójico que pueda actualmente resultar- que la belleza equivalía a la bondad, una verdad maravillosamente simple. Ellos descubrieron, o pensaron haber descubierto algunas proporciones fijas en la naturaleza y en el arte, la llamada "proporción áurea". Las esculturas de Mitoraj revelan el mismo sentido de proporciones y armonía ideales, una vitalidad clásica sobrevivió a la hora de dar forma a su obra, a través del mecanismo de la continuidad cultural. Las obras de Mitoraj nada tienen que ver con el primitivismo modernista y etnográfico de Moore y Brancusi, y, más allá de la primera impresión, no se trata de meras imitaciones de los clásicos originales, ni tienen ningún elemento que evoque el pulido neoclasicismo de Canova.
En 1994, hablando de su arte, Mitoraj reconoce la deuda con la antiguedad "...traté de capturar un fragmento de lo que parece ser la comunión mística entre Egipto, Grecia y el lejano Oriente...". Las características físicas de sus esculturas tienden a una fusión de razas y diferentes tradiciones culturales; obras como Azul Benares (1990) o Blanco Benares (2002) muestran expresiones serenas comparables con la enigmática sonrisa de Buddha.
El artista es capaz de revelar la calidad intrínseca del material que utiliza, en particular la elasticidad del bronce, transformando en joven el aspecto físico de los idealizados bustos heroicos.
Uno de los temas más fascinantes y característicos de las producciones, son las figuras vendadas, de las cuales creó numerosas versiones, desde la escultura completamente recubierta con vendajes, hasta otras similares a momias como el bronce colosal Eros Vendado (1999) o la versión más fragnentada Eros Vendado Agrietado (1999). Eros Bendato
Eros Bendato Screpolato
Esto da vida a una metáfora escultórica, elaborada y brillante, por lo que la forma de la venda se entrelaza a los contornos del rostro, sugiriendo que si se retira el vendaje no habrá nada en ella, al igual que un hombre invisible.
Pero la obra más extraordinaria de este género es Eclipse (1989/2000) tallada en puro mármol blanco en lugar de fundida en bronce. Eclisse
La obra revela el considerable virtuosismo de Igor Mitoraj en el arte del tallado, que el artista aprendió de los artesanos de Pietrasanta, Italia, continuadores de una tradición, y lugar de producción de valiosas obras, realizadas por grandes escultores de final del Renacimiento.
Algunos historiadores del arte piensan que el reconocimiento del valor estético del fragmento está directamente ligado con la tendencia de pintores y escultores a "cortar" la figura humana que de esa forma se transforma en el símbolo de la esencia misma de la modernidad. Por lo que en las producciones posmodernas el fragmento asume una forma nueva y transgresora, como lo demuestran por ejemplo las esculturas de Louise Bourgeois.
Pero el sentido de la destrucción causado por el tiempo, de la cual están impregnadas las esculturas de Mitoraj, es diametralmente opuesto al espíritu de la modernidad, que en nombre del progreso hace tabla rasa del pasado.
El arte contemporáneo lucha con la paradoja inherente a la compensación de la intensidad de un eterno presente, dedicándose en forma permanente a un futuro más brillante y dejando atrás la oscuridad del pasado. En cierto sentido las esculturas de Mitoraj buscan superar todo eso, aludiendo a la propia transitoriedad, además de expresar una pasión nostálgica por la época dorada de la escultura clásica. El carácter arcaico de la obra de Mitoraj es un desafío a la modernidad, evidentemente, sus esculturas no forman parte de la corriente dominante en el arte contemporáneo y no dependen de la moda efímera presentadas en las bienales y museos de arte moderno. Su existencia se mantiene fuera de ese mundo y son portadoras de la continuidad histórica de la que nuestra cultura contemporánea parece tan ansiosa por perder.
La obra de Igor Mitoraj se arriesga a capturar la imaginación del público, aprovechando nuestra común inclinación al estupor y a la admiración, y resucita la celebración de la figura humana en la escultura figurativa que desde hace tanto tiempo estaba perdida.
Tsuki-No-Hikari y Per Adriano, otra cabeza colosal entre las más extraordinarias de sus realizaciones, en bronce y travertino, llaman nuestra atención como aquellos fragmentos de esculturas antiguas llegados hasta nosotros, tales como la mano gigante de Constantino en Campidoglio, en Roma, y los legendarios colosos de la antigüedad, entre estos la estatua en bronce del coloso de Rodas, una de las siete maravillas del mundo antiguo, que se erguía probablemente a una altura de 33 mts. hasta ser destruida por un terremoto en el 226 a.C. durante más de un milenio la estatua permaneció donde estaba, en pedazos, hasta que al final se vendió como simple chatarra, se supone que sus fragmentos fueron transportados a Siria sobre el lomo de 900 camellos, aunque el coloso sobreviva en forma de leyenda, eso ha inspirado a numerosos artistas de la época moderna: desde Augusto Bartholdi, autor de la Estatua de la Libertad hasta Antony Gormley con su Angel of the North.
Las esculturas incompletas de Mitoraj y el tamaño de las mismas generan un juego de imágenes ensordecedoras y dramáticas, estos fragmentos " manchados" que pueden resultar inquietantes y surrealistas, poseen un fuerte sentido de la teatralidad; un aspecto que probablemente deriva de la formación de Mitoraj y de su experiencia inicial en la Academia de Cracovia bajo la guía del artista y comediógrafo Tadeusz Kantor.
El coloso caído es una significativa metáfora de la fugacidad del poder supremo, como el evocado en el famoso soneto de Percy Bysshe Shelley, "Ozymandias" (el nombre griego del faraón Ransés II), bajo el pedestal de su escultura se leen estas palabras: "Rey de reyes soy yo, Ozymandias. Si alguien quiere saber cuán grande soy y donde yazco, que supere alguna de mis obras".
De todas formas la figura del gigante caído no es solo una figura que pertenece en exclusividad al mundo antiguo: basta pensar en la imagen de las enormes estatuas quitadas de los lideres comunistas y en la de Saddan Hussein que conocemos a través de los medios de información. Mercado de Trajano
En el 2004 la obra de Mitoraj fue exhibida en el Mercado de Trajano en Roma, esta estructura se remonta al siglo II d.C. las esculturas del artista expuestas sobre este antiguo fondo arquitectural, lograron una perfecta armonía.
Las vistas romanas de Piranesi reflejan una sensibilidad similar con las ruinas clásicas que parecen al mismo tiempo sumergirse en la naturaleza y fusionarse con el paisaje urbano; vistas en el Mercado de Trajano, las esculturas de Mitoraj podrían tener un vago parecido con los originales clásicos entre ruinas antiguas, algo improbable en nuestros días dado que la mayor parte de las esculturas antiguas han sido desde hace tiempo transferidas a lugares seguros, en general, al interior de los museos. Città Perduta
Para el "Gran Salón" del Mercado de Trajano el escultor creó una nueva serie de trabajos, serie denominada Ciudad Perdida, título que hace alusión a la perdida de una totalidad inconclusa y nunca realizada, una totalidad utópica. Al evocar la idea de la decadencia de una gran civilización del pasado, los fragmentos escultóricos sugieren la inutilidad de las aspiraciones de la humanidad mortal: de hecho, contemplando las ruinas es como contemplar nuestra futura desaparición.
El reconocimiento del valor estético de los fragmentos escultóricos y de las ruinas antiguas surge de una tradición intelectual europea que alberga una admiración plena de respeto hacia logros artísticos alcanzados en una pasada edad de oro, cuya continuidad fue amenazada por la emergente industrialización y la modernidad. Todo encuentra expresión en la arquitectura del paisaje inglés y francés del siglo XVIII, cuando las estatuas clásicas y neoclásicas fueron colocadas en fantásticos jardines.
La instalación de la obra de Mitoraj en el Jardín de las Tullerías, en París, en el año 2004, concuerda con esta idealización de la escultura en perfecta armonía con el entorno en el que se encuentra, lo que Matisse define en términos pictóricos, como una armonía en conjunto (Matisse: une harmonie d'emsemble).
Mitoraj conoce el lenguaje formal de la escultura clásica, que seguramente le influenciaron en los primeros años de su formación artística, cuando se ejercitaba en el dibujo de modelos en yeso, en La Academia de Cracovia.
El arte de la Grecia clásica había alcanzado un extraordinario nivel de perfección en la completa integración entre la forma y la línea, y en el tratamiento de los ángulos visuales, logrando una sofisticación que rara vez a logrado ser igualada. Los griegos creían -por más paradójico que pueda actualmente resultar- que la belleza equivalía a la bondad, una verdad maravillosamente simple. Ellos descubrieron, o pensaron haber descubierto algunas proporciones fijas en la naturaleza y en el arte, la llamada "proporción áurea". Las esculturas de Mitoraj revelan el mismo sentido de proporciones y armonía ideales, una vitalidad clásica sobrevivió a la hora de dar forma a su obra, a través del mecanismo de la continuidad cultural. Las obras de Mitoraj nada tienen que ver con el primitivismo modernista y etnográfico de Moore y Brancusi, y, más allá de la primera impresión, no se trata de meras imitaciones de los clásicos originales, ni tienen ningún elemento que evoque el pulido neoclasicismo de Canova.
En 1994, hablando de su arte, Mitoraj reconoce la deuda con la antiguedad "...traté de capturar un fragmento de lo que parece ser la comunión mística entre Egipto, Grecia y el lejano Oriente...". Las características físicas de sus esculturas tienden a una fusión de razas y diferentes tradiciones culturales; obras como Azul Benares (1990) o Blanco Benares (2002) muestran expresiones serenas comparables con la enigmática sonrisa de Buddha.
Blue Benares
White Benares
Mitoraj emplea la completa gama de materiales tradicionales para la escultura: mármol, granito, bronce, terracota y el más moderno hierro fundido, en esculturas como Sombras de Hierro (1994).
Iron ShadowsEl artista es capaz de revelar la calidad intrínseca del material que utiliza, en particular la elasticidad del bronce, transformando en joven el aspecto físico de los idealizados bustos heroicos.
Uno de los temas más fascinantes y característicos de las producciones, son las figuras vendadas, de las cuales creó numerosas versiones, desde la escultura completamente recubierta con vendajes, hasta otras similares a momias como el bronce colosal Eros Vendado (1999) o la versión más fragnentada Eros Vendado Agrietado (1999). Eros Bendato
Pero la obra más extraordinaria de este género es Eclipse (1989/2000) tallada en puro mármol blanco en lugar de fundida en bronce. Eclisse
La obra revela el considerable virtuosismo de Igor Mitoraj en el arte del tallado, que el artista aprendió de los artesanos de Pietrasanta, Italia, continuadores de una tradición, y lugar de producción de valiosas obras, realizadas por grandes escultores de final del Renacimiento.
Algunos historiadores del arte piensan que el reconocimiento del valor estético del fragmento está directamente ligado con la tendencia de pintores y escultores a "cortar" la figura humana que de esa forma se transforma en el símbolo de la esencia misma de la modernidad. Por lo que en las producciones posmodernas el fragmento asume una forma nueva y transgresora, como lo demuestran por ejemplo las esculturas de Louise Bourgeois.
Pero el sentido de la destrucción causado por el tiempo, de la cual están impregnadas las esculturas de Mitoraj, es diametralmente opuesto al espíritu de la modernidad, que en nombre del progreso hace tabla rasa del pasado.
El arte contemporáneo lucha con la paradoja inherente a la compensación de la intensidad de un eterno presente, dedicándose en forma permanente a un futuro más brillante y dejando atrás la oscuridad del pasado. En cierto sentido las esculturas de Mitoraj buscan superar todo eso, aludiendo a la propia transitoriedad, además de expresar una pasión nostálgica por la época dorada de la escultura clásica. El carácter arcaico de la obra de Mitoraj es un desafío a la modernidad, evidentemente, sus esculturas no forman parte de la corriente dominante en el arte contemporáneo y no dependen de la moda efímera presentadas en las bienales y museos de arte moderno. Su existencia se mantiene fuera de ese mundo y son portadoras de la continuidad histórica de la que nuestra cultura contemporánea parece tan ansiosa por perder.
La obra de Igor Mitoraj se arriesga a capturar la imaginación del público, aprovechando nuestra común inclinación al estupor y a la admiración, y resucita la celebración de la figura humana en la escultura figurativa que desde hace tanto tiempo estaba perdida.
James Putnam
Traducción del Catálogo (escrito por James Putnam) para la presentación de la muestra Time Machine.
James Putnam, curador y escritor independiente. Estudió historia del arte en la Universidad de Londres, desarrolla funciones relacionadas con las Antigüedades Egipcias y los Departamentos de Educación del Museo Británico.
En 1994 actuó como curador de la aclamada muestra "Time Machine".
James Putnam, curador y escritor independiente. Estudió historia del arte en la Universidad de Londres, desarrolla funciones relacionadas con las Antigüedades Egipcias y los Departamentos de Educación del Museo Británico.
En 1994 actuó como curador de la aclamada muestra "Time Machine".
3 comentarios:
Me resulta de mucho valer y buen gusto, amiga. Gracias por compartírnoslo.
Abrazos
Me resulta de mucho valer y buen gusto, amiga. Gracias por compartírnoslo.
Abrazos
José Valle Valdés gracias por tu apoyo, estoy orgullosa de contar con tu presencia.
Un abrazo.
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